La actualización académica Educación Humanizadora: aprendizaje intencional, afectividad y nuevos roles en el espacio educativo, realizó el encuentro de cierre de su primera cohorte el pasado miércoles 19 de mayo, de modo virtual. El postítulo fue dictado en el Instituto de Educación Superior de Formación Docente y Técnica 9-002 Tomás Godoy Cruz, institución pública de gestión estatal ubicada en la provincia de Mendoza.
En una atmósfera de gran afectividad, el
equipo docente junto a los y las estudiantes compartieron sus testimonios de lo
aprendido y experimentado durante este año de estudio y práctica de los
fundamentos de la Pedagogía de la Intencionalidad. El postítulo, en el cual
cursaron cerca de 40 estudiantes, cuenta con aprobación de la Dirección General de
Educación de la provincia. La coordinación de la actualización estuvo a cargo
de Andrea Novotny, mientras que las docentes Noelia Cartofiel, Pía Pagano y
María de los Ángeles Curri coordinaron los módulos. Fueron parte de los módulos un equipo de docentes de distintas provincias argentinas, Perú y Brasil.
"Hermoso encuentro, sigo impresionado
con cada relato compartido, cómo se pudieron transmitir virtualmente las bases
de la Educación Humanizadora. Fue muy inspirador, renueva la energía de creer
que estamos cada día un poquito más cerca de ese futuro querido", remarcó
Atilio Clementín, docente del postítulo.
Se continuarán con nuevas cohortes de la
Actualización Académica, mientras que en junio comienza la Especialización Docente de Nivel Superior en
Educación Humanizadora –también con aprobación mediante
resolución provincial- que profundizará en los
contenidos que abordados durante el primer año.
La actualización se fundamenta en el libro Pedagogía de la Intencionalidad, Educando para una Conciencia activa, de Mario Aguilar y Rebeca Bize; y en los aportes del Nuevo Humanismo de Silo. El equipo docente es parte de la Corriente Pedagógica Humanista Universalista (Copehu), que viene desarrollando contenidos, realizando encuentros internacionales de educadores/as y habilitando espacios educativos desde 2011 en distintos países.
A modo de síntesis para finalizar, la profesora Noelia Cartofiel compartió el relato "Somos semillas" recuperando los aportes de los y las estudiantes:
“Los
y las vamos a invitar a que nos tomemos algunos minutos…
Vamos
a cerrar los ojos para encontrarnos con nosotros y nosotras mismas.
Vamos
a ser conscientes de nuestra respiración, inhalamos y exhalamos. En cada
inhalación sentimos cómo se llena de luz nuestro interior. En cada exhalación
notamos cómo nuestro cuerpo se va relajando.
¿Cómo
están mis pies?
¿Qué
registro tengo de mi cuerpo?
¿Cómo
está mi mente?
¿Cómo
siento mi corazón?
¿Puedo
reconocer la tensión?
¿Puedo
acallar mis pensamientos?
¿Puedo
percibir el latido de mi corazón?
Respiramos…
Abrimos los ojos…
Nos miramos…
No
sólo la imagen de la cámara, ni qué refleja la pantalla.
Recorremos
nuestras miradas.
¿Puedo
reconocer la mirada de cada uno y cada una de las que están en el encuentro?
Respiramos…
Este
es un regalo que queremos dejarles para que guarden en algún rincón de su
corazón.
SOMOS
SEMILLAS
Había
una vez, en un lugar muy muy lejano…
Bueno
no es que “había", sino que hay y habrá. Y tampoco en un lugar tan lejano… acá
cerquita, a la vuelta de la esquina, en alguna mirada que se escapa por encima
de algún barbijo, en alguna risa ruidosa que se cuela en un micrófono sin
silenciar en una reunión de Zoom, en un mensaje contestado tarde pero con las
palabras justas y precisas, en un abrazo, en un respiro, en un encuentro…
Bueno
me fui de tema…
Había
una vez, hay y habrá un grupo de semillas. Unas semillas danzarinas e inquietas,
unas semillas llenas de vida, de vocación, de esperanza, de conciencia, de
gratitud, de transformación. Pero, como suele pasar con la mayoría de las
semillas, se sentían pequeñas, se creían solas en ese mar verde que nos regala
el pasto de algún campo. Las semillas no podían reconocerse llenas de vida,
llenas de luz.
Pasaron
los días y empezaron a sentir el llamado de la naturaleza, de la sabia y
maravillosa naturaleza.
Ahora
las semillas tenían que elegir entre seguir conservando su forma, es decir no
romperse y poder seguir siendo un pequeño milagro que guarda en su interior
toda la magia de la vida.
O
romperse, renacer, crecer, fluir, llenar de significado su existencia.
Así
que poco a poco se dejaron habitar por ese llamado a salir a la vida.
Y
como en cada ruptura, que a veces es dolorosa, a veces difícil pero siempre
oportuna, se dejaron atravesar y así nacieron algunos pequeños brotes. Brotes
diversos, brotes con distinta textura, con distinto color, con distinta magia
en su interior. Brotes que eran el comienzo de una nueva vida, de una nueva
forma.
Algunos
crecieron de a poquito y con algunas resistencias.
Otros
brotes salieron rápido a la luz apoyados en su ética interna y crecieron con
tal rapidez que llenaron de verde naciente el parque.
Algunos
brotes confusos no supieron qué hacer, pero con la fuerza del conjunto se
animaron a abrirse paso a la vida.
Porque
la vida es eso, un nuevo brote, un nuevo renacer, pero sobre todo reverdecer.
Reverdecer en inspiración, en apertura, en un huracán de emociones y en
felicidad, pero sobre todo en gratitud. Reverdecer y renacer como un fuego que
abre camino iluminando lo que creíamos a oscuras.
Y
así, conforme crecían también descubrían, sanaban, volaban, comprendían, se
desafiaban, se deconstruían y reconstruían e iban cambiando el lugar que
habitaban.
Y
los brotes renacieron en tallos.
Y
los tallos se convirtieron en troncos.
Y
esos troncos se hicieron grandes y fuertes como árboles.
Y
esos árboles fueron atravesados por el invierno y sus fríos. Por el otoño y su
manía de empujarnos a soltar. Por la primavera y sus ganas de florecer y
renacer. Y el verano, qué decirles del verano, que con su calidez y afectividad
nos muestra los frutos de todos nuestros procesos y caminos elegidos.
No
hubo dos árboles iguales. No hubo dos árboles del mismo tamaño ni con el mismo
verde naciente. Lo que si hubo fue un conjunto de árboles que con aprendizaje,
conciencia perpetua, identidad y humanidad, se sentipensaron todos los días y
nunca olvidaron que fueron semilla de un cambio raíz, de un nuevo renacer, de
un constante aprender y de una emocionalidad sempiterna.
"Somos
semillas", nos repetíamos como equipo docente cuando comenzó este camino.
"Somos
semillas", decía un amigo que nos dejó el legado de renacer incluso cuando él se
fue.
"Somos
semillas", nos recordamos cada vez que nos tenemos que reinventar porque nos
sentimos lejos de nuestra unidad interna.
Y
hoy les decimos: no se olviden nunca que son semillas, que nos llenaron el camino
de brotes de aprendizaje y nos empujaron a comprender en profundidad, que
abrirse paso a la vida, desafiándonos profesional y personalmente, es un
proceso complejo pero necesario.
Somos
semillas de aprendizaje, conciencia y afectividad para Humanizar la Tierra.
Somos
semillas aún en terrenos hostiles, aún en una pandemia, aún en tiempos
difíciles.
Así
como hay un mar de fueguitos, como decía Galeano, hay semillas de cambio todas
diferentes y con su propia intensidad, que reverdecen a su tiempo con tanta
fuerza interior que contagian y empujan, que cambian y llenan de vida todo lo
que tocan.
Ustedes
son semillas…
Gracias…”